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CASA ARROYO BAJO
LOTE N° 43
Al igual que las antiguas y abundantes pircas de la región de las sierras en Córdoba, la casa se asienta sobre el paisaje descendiendo con la suave pendiente del lote y acompañando la recta del camino de ingreso. Luego del pabellón de madera de cocheras con espacio para tres vehículos, girada en el lote y paralela al camino, se posiciona el volumen de la vivienda.
De proporción alargada, la casa está formada por muros de piedra sin junta, de gran espesor, calados con vacíos cuadrados: ventanas en principio incógnitas que no revelan la interioridad y diluyen la robustez de su impronta.
El acceso tiene lugar a través de un patio descubierto, que a la manera de un zaguán histórico orientado al norte, recibe a los visitantes en un fresco de sombra. Así, dos zonas quedan diferenciadas a cada lado y se organizan linealmente.
De un lado, los ambientes principales: un espacio social que consta de un living integrado al comedor y a la cocina con despensa, y unos escalones más abajo la habitación principal, con baño privado y vestidor. Un patio interno, situado entre la despensa y el baño, favorece la ventilación e iluminación natural, sin resignar privacidad.
Al otro lado, un sector secundario con una sala de estar, dos habitaciones con baño privado y un sector de dependencias más un patio de servicio, también se suceden separados por escalones. Como la cascada de un arroyo, la casa se vierte suavemente sobre la pendiente donde se implanta.
Por otra parte, su distribución zonificada permite habilitar la vivienda por sectores, economizando su acondicionamiento y aporta confort gracias a la proximidad de las funciones cotidianas.
Mientras que muchos de sus aspectos evocan referencias conocidas de las construcciones tradicionales del campo, su definición formal y material es naturalmente contemporánea. Pisos y cielorrasos neutros (con aspecto de cemento alisado), mobiliario de madera con volumen pero de pocas líneas, y revestimientos de piedra laja de la región de Cuyo recomponen una estética rural pero moderna.
Los paños cuadrados de las ventanas se embuten por completo dentro de los muros, y los amplios espacios interiores se conectan con el exterior, transformándolos en las típicas galerías por donde corre el aire de manera cruzada. A través de estos grandes vanos grandes y diáfanos se redescubre el paisaje.
Más allá del volumen de la vivienda, una pérgola de madera negra se acomoda entre los árboles sobre una terraza en la ladera, como un lugar de reposo y contemplación antes de seguir bajando hacia el río y su playa. Orientado al norte, el sector se complementa con la parrilla y la pileta de lajas. El conjunto vuelve a remitirnos a la apariencia de las construcciones rurales situadas en medio de la naturaleza.